lunes, 21 de enero de 2008

Nada cambia

Las grandes batallas, las que se libran contra una mismo, acaban por perderse antes de empezar. ¿Quién no ha oido alguna vez las palabras "mis principios" y ha sentido envidia insana del que las pronunció?. Batallas de verdad de las de nos jugamos todos mucho, nada que ver con propósitos de año nuevo hechos para mantener a flote el sector del fitness en España y para que el apuntador de la Zarzuela le lea el mismo discurso a su inquilino.

Cada cuatro años, el Apocalipsis vuelve a la tierra en forma de elecciones generales. La reventa de voluntades, sin embargo, comienza mucho antes. El que hay de lo mío se eleva a la categoría de decreto ley y cada apretón de manos se pone en cuarentena por lo que pueda pasar. La vida es así, escrita por el guionista en paro de tu serie favorita. El partido del siglo se juega al menos dos veces al año y también John Kerry era el nuevo JFK.

Y a pesar de la que cae y del que dirán cuatro de cada diez españoles se quedan en sus casas el día de las elecciones y entre ellos hay ricos y pobres, católicos y ateos, putas y maricones, fachas y rojos, trabajadores y empresarios, blancos y negros. Tanta gente sin principios que se agotan los códigos de barras disponibles para clasificarlos.

Y como ha quedado demostrado no es preciso mencionar la palabra hipoteca para poner al personal de mala hostia.

2 comentarios:

Kowalinsky dijo...

Es usted bueno. Muy bueno.

LoOla dijo...

... ¿y qué hay de la educación?