martes, 8 de octubre de 2013

Un viaje


No recuerdo cuando empezó este viaje.  Solo recuerdo los pueblos de la campiña inglesa, uno tras otro, alejarse tras el cristal y los nombres de sus pubs pétreos y silenciosos: la taberna, el arado, la vaca roja.

Gary Dale al volante con su eterna sonrisa y su cháchara incesante. Más curvas y más cambios de rasante y cruzar el Tyne al atardecer  con las luces tenues y plomizas de Newcastle al fondo. Aquella tarde mi madre cumplía 60 años . Llamé.
-“Mamá felicidades”,  “mamá te quiero”. Acerté a decir mientras me desataba el nudo de mi garganta.

No recuerdo nada más. Gary me llevó al hotel y se despidió hasta la mañana siguiente . Sentado en la cama abrí el cajón de la mesita de noche. Había una Biblia. Si el hotel hubiera tenido un par de estrellas más, el servicio de atención al cliente habría dejado una parabellum.

Me quedé dormido. Cuando desperté estaba sentado en un tren. Acababa de cruzar la frontera entre China y Hong Kong. Llovía.