lunes, 20 de septiembre de 2010

La prensa sueca empuja a la extrema derecha al parlamento

En ocasiones el resultado de una acción puede ser diametralmente opuesto al buscado, efecto boomerang puro y duro. El excesivo protagonismo que los medios le han dado a las memeces de los demócratas suecos y la histeria colectiva en su contra ha sido la mejor campaña de publicidad que se le podía haber hecho al partido racista. Hoy la noticia es que la extrema derecha entra por primera vez en el parlamento sueco. Sería oportunista decir aquéllo tan recurrente del yo ya lo dije pero no lo voy a poder evitar. Sí, yo ya lo dije y lo pensé cada vez que se abrian telediarios o se escribían columnas sobre los bastardos. Hoy una nación entera se sienta en el diván y todo el mundo se pregunta quién le va a poner el cascabel a este gato.

Nunca vi una valla publicitaria de SD ni nadie me dio un folleto con su ideario. Este partido no existía en el mundo real y a fuerza de llamar el lobo ahora hay periodistas que andan buscando su conciencia lanar. Los del otro extremo, los chicos de la gasolina tampoco han contribuido al buen rollito precisamente aunque esto es lo esperable y en cierto modo, lo normal.

Si un partido no respeta las reglas del juego se le debe prohibir. Si se apuesta por el apaciguamiento o la rendición preventiva y se le deja concurrir a unas elecciones deben asumirse las consencuencias. Cuando todo el proceso se convierte en un circo y los demonios se presentan como perseguidos y martirizados el resultado es el esperado. Siempre habrá quién decida votar por ese partido de chicos malos, siempre habrá quien decida transgredir las reglas, siempre habrá quién apueste todo en contra del sistema.

Es más, la enfermiza búsqueda por el consenso y la dictadura de las minorías provoca que hoy a la gente le traiga al pairo que la Alianza haya ganado o que los socialistas se hayan estrellado tal y como estaba escrito desde hacía tiempo y por un día voy a estar de acuerdo con la gente.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Artistas de alquiler

Estocolmo es la ciudad más bella de Europa también es la más fría y no solamente desde el punto de vista climatológico. La gente se aisla de tal manera que el yo y los otros se vuelven irreconciliables. La soledad se propaga sin hacer ruido y las depresiones hace tiempo que alcanzaron el nivel de pandemia.

Ayer el teléfono sonó. Era mi amigo Rubén que me invitaba a una exposición en una pequeña galería de Södermalm. Mis contadas incursiones en la noche escandinava han venido de la mano del arte y a pesar de sentir la intimidación propia de los que no saben hacer nada especial con sus manos, he de confesar que adentrarme en esos submundos me produce grandes dosis de placer.

Tras la pretensión y excentricidad de la especie se esconden almas rotas necesitadas de calmar sus impulsos egomaníacos y yo como paciente pescador echo mi red y espero con expectación a que entre una buena pieza.
Hablan de lugares en los que nunca he estado y de gente que nunca conoceré. Algunos la expresividad se les escapa por los poros y a otros les duele decir algo con sentido. Nunca preguntan.

Cuando terminan los devuelvo a su mar azul e ilimitado. Vasto como la sombra de sus egos y resplandeciente como la obra que está por llegar.