miércoles, 5 de diciembre de 2007

La revolución silenciosa




Como cualquier otra ciencia social inexacta, suele ocurrir en economía que a veces los árboles no dejen ver el bosque y eso mismo es lo que parece estar sucediendo en China en este momento. Detrás del verde frondoso de las grandes cifras macroeconómicas se esconde un bosque de árboles sin hojas y ramas partidas que amenaza la estabilidad del ecosistema.

Cierto es que el Productor Interior Bruto chino ha crecido de manera continua durante las dos últimas décadas a un ritmo nunca antes conocido en la historia. No es menos cierto que China es desde hace varios años el mayor receptor de Inversión Directa Extranjera del mundo y que va a seguir siéndolo por mucho tiempo. ¿Quién no ha oído hablar de: el despertar del dragón, el siglo de china, gigante asiático y demás etiquetas vendelibros?

Todo son verdades absolutas pero también lo es que los pobres en China son cada vez más pobres. La verdad más incómoda de todas y de la que nadie quiere oir hablar. En el último año el precio de alimentos básicos, como las verduras y el arroz, ha aumentando una media de un 20 %, una vuelta de rosca más al maltrecho bolsillo familiar y al cuello de la mayoría.

No hace falta irse al remoto y lejano oeste, la llamada China profunda, para presenciar las consecuencias de la política "del enriqueceros cuanto antes mejor", los andenes de las ciudades están llenos de pasajeros que llegaron tarde a ese tren y mientras tanto el tic tac de esta bomba de relojería sigue su inquietante cuenta atrás.

La sociedad armoniosa, aquella en que niños y mayores juegan al corro de la patata en plena naturaleza con el arco iris luminoso de fondo y los trinos de los pájaros como banda sonora, tiene un problema y sólo con propaganda no logrará detenerse a la revolución silenciosa.

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