viernes, 7 de marzo de 2008

Mao y yo

Mi primer encuentro con Mao (猫) se remonta a unos cuantos meses atrás. Salí al jardín en una mañana inusualmente soleada dispuesto a disfrutar del regalo del cielo, con la prensa local en una mano y con el café humeante en la otra. El café ayuda a hacer más digestivos los editoriales del mainstream media.

Creo que todavía no me había sentado en nuestro sillón de rattan cuando desde el bambú apareció una bola de pelo molesto por ser interrumpido de su siesta matutina y tras observarme con la indiferencia propia de los de su especie, de un par de saltos ágiles desapareció de mi campo de visión dejando a su paso las ramas de bambú, la cucharilla de café y a mi mismo inquietos como lágrimas en la arena.

Desde entonces, mis encuentros con Mao se han repetido con imprevisible frecuencia. Siempre la misma mirada, siempre el mismo resultado. Nunca he intentado ganarme su confianza, ni el ha hecho ningún esfuerzo por mostrarse hostil. Cuando yo salgo, el se va y cuando yo me voy, el regresa. El jardín es demasiado pequeño para los dos a la vez.

Nunca me ha mostrado su gratitud. Mao no sabe lo que es el cariño pero al menos el plato lo deja vacío y sus siestas siempre las hace en mi jardín y eso a mi me basta.

2 comentarios:

LoOla dijo...

Es que Mao es de esos que nunca expresan sus sentimientos. Siempre preferirá actuar ;)

Besos brujilísimos!

Anónimo dijo...

Cómo puedes aguantar sin intentar tocarle?