sábado, 10 de noviembre de 2007

In fraganti

Las drogas al igual que otros muchos pecados, en China, se guardan debajo de la alfombra. Por la noche, las alfombras son atizadas y el festín reune a yuppies, clubbers, diseñadores y prostitutas en prácticas. Todos tienen la sensibilidad del artista y a todos ellos el gusano blanco lentamente les corroe cerebro y cartera por igual.

No es algo nuevo. En los ochenta y noventa la generación perdida americana y las élites europeas también jugaron a a la ruleta rusa con su nariz. Es la llamada droga social por excelencia, el sentimiento de pertenencia al grupo. El junkie apocalíptico que busca nuevas venas dónde inyectarse no es de los nuestros porque el se consume en solitario.

China hasta hace relativamente poco se libraba de este mal pero es lo que tiene el progreso que trae SLK pero también gramos que acaban esparcidos en sus tapicerías de cuero. Así, cualquier día de la semana, la nueva élite que domina esta ciudad se encierra en sus reservados para empolvarse la nariz como Dios manda. Los reservados convertidos en los nuevos fumaderos de opio.

Todo el mundo sabe quién son y a dónde van. Incluso la policía que en la pasada fiesta de Halloween de Deep, el club gay más cool de Shanghai, se presentó con sus uniformes de cuerpo policial al lugar para precintarlo por supuesto consumo de drogas. Una decepción para todos aquéllos que pensaron que habían llegado los strippers.

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