martes, 24 de agosto de 2010

Noviembre engendró un Monstruo

Mi amigo Paco tiene trastorno de personalidad múltiple. En un mismo día he llegado a conocer al mendigo, al bibliotecario, al político y a cualquier otro ego que pasase cerca de sus ojos grises. Francisco Javier, que así fue como se presentó cuando lo conocí hace ahora dos años, es un hombre sin pasado y cuesta creer que vaya a quedar algo de futuro para él y aún así Paco se levanta cada mañana pensando en cómo puede conquistar el mundo.

Paco y yo somos amigos por casualidad, coincidímos en un curso de fotografía y desde entonces nos hemos vuelto a encontrar aquí y allá aunque nunca para hablar de enfoques ni de luces ni de sombras y es que Paco tiene el don de la oportuna ubicuidad. El metro, el ascensor de la agencia tributaria y la barbacoa del vecino son lugares en los que siempre puede aparecer su seductora caricatura.

Pequeños encuentros casuales han ido cimentando nuestra amistad nunca exentos de esa teatralidad tan propia suya que hace difícil recordar con cual de todos los pacos te has encontrado. Hoy, ha sido en la calle. Al otro lado de la avenida alzaba los brazos Paco como si acabara de ver el mercante que le iba a sacar de su isla inhabitable.

Le escucho, le animo, limpio la sangre de sus crimenes inconfesables y siempre le pago el café y eso de momento sigue siendo suficiente para que Paco vuelva a aparecer.

Lo que no nunca aprendí en aquel curso fue porque Paco siempre da su mejor perfil ni tampoco lo que ibamos hacer cuando Morrissey cumpliera los 50.

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