jueves, 15 de mayo de 2008

Otra vez

Antes de empezar 2008, todo el mundo parecía coincidir en que éste iba a ser un año para recordar y ni los más agoreros podrían imaginan los motivos. Es imposible no hacer paralelismos con 1976, la última vez que el apocalipsis visitó China. El gran terremoto de Tangshan no solamente se llevó la vida de decenas de miles de chinos. La maldición de 1976 también acabó con el carismático Premier, Zhou Enlai y con el Chairman, Mao Zedong. Curiosa coincidencia que en un país de superstición sigue provocando sudores fríos.

No hace falta enumerar las catastrofes que han agitado China en los últimos meses. Provocadas por el hombre o la naturaleza indistintamente, el sufrimiento ha sido el mismo. El cuarto poder se encargará de mostrarlas en los resumenes de final de año para que no olvidemos los niños que se tragó la tierra.

He leído que una ola de solidaridad internacional ha invadido china, que el gobierno chino ha aprendido de los errores del pasado y está gestionando la crisis con todos los medios a su alcance y además que lo está haciendo bien. El terremoto paró los relojes y también el tiempo. Está escrito y debe ser verdad. Sin embargo, para la gente que coge el autobús por las tardes después del trabajo, el monitor de las noticias produce la misma indiferencia de todos los días.
Debe ser porque vivo en Shanghai o puede que sólo sea el cambio cultural.

sábado, 10 de mayo de 2008

sábado, 3 de mayo de 2008

Hay vida más alla del blog. Vida para la que no hace falta un número de usuario y contraseña pero vida al fin y al cabo y en eso he estado últimamente navengando por esa otra realidad tan cierta como excitante. Cuidando de lo nuevo y dejando a un lado a este hijo bastardo y caprichoso en que se ha convertido el blog.

Boicoteando a mi mismo en un vano intento de olvidar la contraseña que me da acceso a esta terapia gratuita. Mi buzón no se ha llenado de emails pidiendo que vuelva ni tampoco de lo contrario, ni de insultos ni de halagos ni tan siquiera de viagra en oferta. La misma indiferencia de siempre y sin embargo soy yo el que después de superar el síndrome de abstinencia más agudo, retomo esta vieja costumbre de compartir con extraños ideas que no me pertenecen.

Al menos siempre me quedarán Kowalinski, Hanwubai y la Bruja y no los enlazo para no distraerlos de sus guerras con la duda, el Dalai Lama y el cabrón del cuento respectivamente. Lo mio tiene solución.