Claire Simon no era especialmente bella aunque eso poco
importaba. Claire Simon era leal y callada y eso la convertía en la compañera
ideal para recorrer Europa en coche de alquiler. Todo tiene un final, en el
caso de aquella relación el final había llegado antes de empezar.
Era el otoño de 2003. Aquella road movie con actores extra
nunca llegaría a estrenarse. No hubo jazz ni otras drogas, solo encuentros
nocturnos llenos de dudas y desesperación. Habitaciones con ceniceros repletos
y goteantes grifos de ducha como eterno martilleo de lo que pudo haber sido
y no fue. Moqueta decadente, bloc de notas y guías de Brujas, Eindhoven,
Colonia y Amsterdam sobre el escritorio.
Los kilometros pasaban. Nunca el silencio fue molesto. Los
carteles cambiaban de idioma y los campos de color. Claire guardaba secretos
que apenas sucumbi
ían en el anonimato de la noche.
Aquel fue su final feliz. Una despedida sin adios. Una
tregua sin vencedores ni vencidos.