miércoles, 10 de diciembre de 2014

El ultimo viaje


Claire Simon no era especialmente bella aunque eso poco importaba. Claire Simon era leal y callada y eso la convertía en la compañera ideal para recorrer Europa en coche de alquiler. Todo tiene un final, en el caso de aquella relación el final había llegado antes de empezar.

Era el otoño de 2003. Aquella road movie con actores extra nunca llegaría a estrenarse. No hubo jazz ni otras drogas, solo encuentros nocturnos llenos de dudas y desesperación. Habitaciones con ceniceros repletos y goteantes grifos de ducha como eterno martilleo de lo que pudo haber sido y no fue. Moqueta decadente, bloc de notas y guías de Brujas, Eindhoven, Colonia y Amsterdam sobre el escritorio.

Los kilometros pasaban. Nunca el silencio fue molesto. Los carteles cambiaban de idioma y los campos de color. Claire guardaba secretos que apenas sucumbi
ían en el anonimato de la noche.

Aquel fue su final feliz. Una despedida sin adios. Una tregua sin vencedores ni vencidos.

Hikikomori


Llevaba cuatro años sin tener nada que decir. Había pedido asilo político en el país del silencio y sin dudarlo se me había concedido la residencia permanente. Pasaba los días leyendo viejas novelas de caballería, me alimentaba de pan con mantequilla y el contacto con los de mi especie lo había limitado al estrictamente inevitable.

Por las tardes soñaba caminos. Recorría las veredas de la memoria hasta ser despertado por los gritos de la chiquillería al fondo. La infancia, siempre la infancia.

Los días se acumulaban como una pila de papeles desordenados.

martes, 8 de octubre de 2013

Un viaje


No recuerdo cuando empezó este viaje.  Solo recuerdo los pueblos de la campiña inglesa, uno tras otro, alejarse tras el cristal y los nombres de sus pubs pétreos y silenciosos: la taberna, el arado, la vaca roja.

Gary Dale al volante con su eterna sonrisa y su cháchara incesante. Más curvas y más cambios de rasante y cruzar el Tyne al atardecer  con las luces tenues y plomizas de Newcastle al fondo. Aquella tarde mi madre cumplía 60 años . Llamé.
-“Mamá felicidades”,  “mamá te quiero”. Acerté a decir mientras me desataba el nudo de mi garganta.

No recuerdo nada más. Gary me llevó al hotel y se despidió hasta la mañana siguiente . Sentado en la cama abrí el cajón de la mesita de noche. Había una Biblia. Si el hotel hubiera tenido un par de estrellas más, el servicio de atención al cliente habría dejado una parabellum.

Me quedé dormido. Cuando desperté estaba sentado en un tren. Acababa de cruzar la frontera entre China y Hong Kong. Llovía.