jueves, 31 de marzo de 2011

Underclass

Por razones que no vienen al caso explicar, esta mañana he visitado la oficina de empleo de Hötorget. Las oficinas de empleo y los tanatorios tienen mucho en común, esa es la primera conclusión que he sacado. La segunda es que sólo los feos hacen cola en la oficina de empleo. La multiculturalidad se agolpa en busca de ese numerito que haga su vida más llevadera. La vieja historia del dorado tamizada por un puñado de coronas.

Sentado en el viejo sillón de IKEA viendo los números interminablemente pasar no he podido evitar sentirme refugiado somalí, capataz chileno y pedagoga polaca por unas horas. Valiente con arrestos o simplemente suicida temerario, ya es demasiado tarde para decidir.

Los minutos se han convertido en horas y cuando por fin he logrado salir de aquel velatorio sin plañideras he pensado que yo no soy uno de ellos. Que yo soy un privilegiado carismático capaz de reirse de si mismo. Un hombre decente y que eso debe ser suficiente para cubrir mis miserias hasta la próxima vez que vuelva a pedir un número en la infame oficina del Tunnelgatan 3. Infeliz.